Hace ya algún tiempo que escucho a unos que se dicen ser líderes, escuche hablar de «los de La Hora del Té» a una maestra en la universidad, y me pregunté «por qué tiene tanta fama ese programa?». Hasta que los pude escuchar y bueno, desde esa ocasión no he dejado de escucharlos.
Todo marchaba bien, la universidad normal, la vida pasaba como siempre con su paso veloz sin traer novedad alguna, hasta que… la vida estremeció mi mundo, mi familia. Esa familia que parecía ser feliz y unida de repente dejó de serlo. Frente a mis ojos se desmoronó mi familia, mi héroe y maestro ya no era el mismo.
Entre las lágrimas de mi madre, la decepción de mi hermana, la inocencia de mi pequeño hermano, mi tristeza y enojo, todo fue pasando como si nada, el tiempo siguió pasando y la vida volvía a ser «normal». Ya pasado un año de todo el dolor vivido la vida nuevamente seguía avanzando normal, y de nuevo la vida dio otro duro golpe… recibiendo la llamada que decía que la violencia había apagado la vida de alguien a quien yo consideraba hermano sin llevar la misma sangre, un gran dolor que sigue vivo.
Cuando la vida solo daba dolor y tristeza, cuando mi familia se desunió, cuando una vida se apagó, y la vida a pesar de todo esto seguía avanzando como si nada pasara. En medio de todo siempre había un programa de unos líderes que con sus «pencadas», su humor tan hondureño y sus bromas hicieron que todo ese dolor solo fuera una experiencia de vida. Escuchar La Hora del Té y La Hora de Despertarte ayudó a sanar esas heridas que poco a poco han ido sanando, sintonizar la radio siempre a las seis de la tarde se convirtió en el escaparate para olvidar todo aquello que algún día causó dolor y tristeza.
Por eso, Carlos, Fer y Nono, líderes gracias, GRACIAS A LA HORA DEL TÉ!!